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Juli Perícola / Resguardar el olvido

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A un año de la partida física de mi abuela, viviendo en uno de los lugares que ella habitó antes de partir, y con la necesidad de atravesar el dolor de su ausencia en mi vida, me embarco en la tarea de restaurar el mueble provenzal que habita mi comedor diario, amada herencia de Amelia. Con él, encuentro una caja de objetos atesorados: revistas de costura, un libro de poesías y fotografías. La herencia no declarada más esperada. Con el correr de los días y de las capas de barniz añejo, otro encuentro inesperado me interpela: una lata de membrillo (el dulce preferido de la abuela) repleto de cartas y telegramas que llevan su nombre como remitente. Ante estos hallazgos me pregunto: ¿Nuestros recuerdos se mantienen vivos per se, o es la mirada de otro la que los resguarda del olvido? ¿Nuestros recuerdos se pueden resignificar a través de otras miradas?

   Intervengo sus recuerdos, en un intento de dialogar con ellos, de comprender la importancia que tenían para mi abuela, de mantenerla viva en mi recuerdo a través de sus recuerdos.

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Transfer sobre papel (cartas)

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