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Juli Araya / Paisaje familiar

 

Un día cualquiera, en medio de una conversación surgida en una visita periódica, mi abuela paterna me legó todo el archivo fotográfico familiar. En ese momento, mirábamos juntas las fotos y ella me contaba algunas historias. Por esa cosa que tiene la gente mayor de ir repartiendo cosas “en vida”, mi abuela me regaló las fotos. Se le ocurrió que únicamente a mí me interesaban (aún cuando mi interés pasaba todavía sólo por mirarlas) y me las ofreció. No tardé ni un segundo en decir que sí.

De esas fotos, me llaman la atención unas que no había visto antes (o no recuerdo haber visto), las del viaje de bodas de mis abuelos: Bariloche, 1948. Me gustan esas fotos, me parecen cinematográficas; hay algo de esa mujer que me encanta y que no puedo reconocer en mi abuela.

   Miro una y otra vez el álbum y me pregunto qué hacer con él. Descubro que me gusta la coincidencia del paisaje cordillerano que solía visitar en mi infancia, que me interesa la pose, el gesto.

   Comienzo editando en sepia y blanco y negro fotos de esos paisajes sacadas por mí en un gesto de habitar el recuerdo de otros, como si así me transportara a otra época, casi setenta años atrás. ¿Será para realizar el acto psicomágico de habitar un mismo tiempo y un mismo espacio que ellos?, me pregunto. ¿Será como crear un recuerdo en ese pasado? Habitar el mismo espacio que mis abuelos, ¿construiría el arraigo que
me falta?

   Entonces, como en un juego, decido meterme en esas fotos, contar una historia, ponerme en la piel de esa mujer de otra época que no es mi abuela, pero tampoco soy yo.

 

Fotografía directa. Impresión láser sobre papel ilustración.

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