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Agus Piumetto / En el origen, la experiencia; en el recuerdo, la copia y en el presente, su reconstrucción

​

¿Cuántas veces es posible reconstruir un recuerdo?

 

Desde hace un tiempo me encuentro sumergida en el archivo familiar, mirando y organizando diapositivas de los viajes de mi abuelo, escaneando copias y preguntándome sobre qué es lo que me lleva a encontrarme con él. 

Aparecen respuestas posibles a esa inquietud. Con cierta frecuencia, los sábados por la tarde, mi abuelo nos invitaba a mirar sus fotos. Preparaba el living, desplegaba la pantalla, encendía el proyector y comenzaba a narrar —con alto grado de detalle— las anécdotas asociadas a cada toma.

   El sonido del Rollei, el tono de su voz y las imágenes que se sucedían una tras otra son parte de ese recuerdo de mi infancia. Así, los recuerdos se construyen como copias que se fundan en el orden de la experiencia.

Deseo trabajar con esas diapositivas. Hago intentos: instalo el proyector, despliego el material sobre la mesa, busco algo que me conecte a esos momentos. Siento que no puedo, insisto y vuelvo a insistir. Me aflijo y me consuelo con decirme que son registros de experiencias que no viví.

   Entonces, aquello que en un momento sentí como fracaso después se me presenta como oportunidad para trabajar sobre aquello que podríamos llamar la “naturaleza de la memoria” y sus operaciones.

   Lo que me inquieta de ese material no son las diapositivas en sí mismas sino, más bien, lo que activan sobre el recuerdo que tengo de mi abuelo y las experiencias que compartí con él. Esos sábados por la tarde se presentan siempre de manera distinta. En cada reconstrucción —siempre basada en la anterior— me alejo de la experiencia de origen y con cada operación el recuerdo se vuelve más confuso. Sin embargo, no deja de vibrar.

   Entonces, tomé una fotografía de mi infancia y simulé ese proceder de la memoria interrogándome acerca de cuántas veces es posible reconstruir un recuerdo.

 

Reconstrucción digital

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